El juego de caderas necesario para darse uno mismo una patada en el trasero sólo se adquiere con años de práctica.
Es posible que en los primeros noventa y tres intentos lo único que consigamos sea dar la patada al aire y caernos de culo de forma bastante ridícula.
Tampoco está mal: a los hambrientos de patada en el trasero la humillación nos resulta un buen sucedáneo.
miércoles, abril 28
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