El viajero eventual, una vez entra al vagón y se sienta, mira por la ventana.
Cuando se cansa del exterior, se vuelve adentro y pasea la mirada por los viajeros, de forma distraida.
Es entonces cuando su mirada se cruza con la de otro viajero, generalmente el que se sienta frenter a él.
Este cruce no suele durar ni un segundo, los ojos pronto buscan desesperados un lugar donde mirar donde no hayan otros devolviendoles la mirada.
En cambio, los viajeros habituales, curtidos durante horas y horas de trayecto frente a desconocidos, sí poseen la rara facultad de poder quedarse traspuestos mirando a otra persona.
Hay gente que se siente agredida por esta costumbre, pero es algo completamente involuntario, fruto del trance hipnótico provocado por la calefacción, el hilo musical y el traqueteo.
martes, marzo 30
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