Un día un bulldozer y un camión arrasan un humedal, sepultandolo en escombros, y al cabo de dos meses hay en su lugar un flamante polígono industrial.
Semanas mas tarde llega una garza que, en su migración otoñal hacia el sur, se posa para descansar y refrescarse. Sabe que allí puede hacerlo, aunque nunca antes ha visitado el lugar.
Y se posa en el tejado de uralita de una nave, la nueva sede de Recauchutados Vilamar S.L.
Y se queda oteando el horizonte de asfalto, perpleja. Y sé pregunta qué hacer entonces.
El instinto sólo le ha dicho el lugar, pero no le ha dado más detalles.
A veces yo también me siento garza en polígono.
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